Mono - Niño... ¿Quién es mejor?

Generalmente vemos en películas, en series, documentales, etc. cuan grande es la inteligencia de los animales y siempre hacen la comparación humano-simio.

Bueno, en esta ocasión encontré algo muy interesante: un simio es capaz de hacer pequeñas sumas y de usar herramientas que un niño de 2 años no sabe ni cómo coger, pero el pequeño desde esa edad ya es más inteligente por haber aprendido culturalmente a interpretar intenciones y a imitar a los adultos para resolver un problema, no porque tenga un cerebro más grande.

Es decir, la inteligencia humana se debe a una especialización de la cultura, y no a una inteligencia general asociada al mayor tamaño cerebral, según una investigación realizada durante los últimos 4 años por un equipo internacional. Entre los analistas, se encuentran los españoles Josep Call y Victoria Hernández-Lloreda.

Esta última ha explicado que para su investigación, que se publicará en la revista Science, se ha aplicado "una amplia batería de tests cognitivos" a 106 chimpancés y 32 orangutanes, y a 105 niños de 2 años de edad.

Los chimpancés suman mejor que los niños.

Los dos obtuvieron resultados muy similares en los tests relativos al conocimiento del mundo que les rodea. Incluso, los chimpancés fueron superiores en operaciones de rotación, sumas de pequeñas cantidades y uso de herramientas.Sin embargo, los pequeños, lejos aún de la edad de escolarización en la que aprenden a contar y a leer, mostraron mejores resultados en tareas relacionadas con la comprensión del mundo social.

Los niños se adaptan a la cultura

Si los niños simplemente tuvieran más inteligencia general que los grandes simios, se deberían haber encontrado diferencias sistemáticas en todas las áreas, pero no fue así. Las mayores capacidades de los niños en cognición y aprendizaje social a esa edad, cuando aún sus capacidades de cognición física son como las de los grandes simios, sugieren una adaptación biológica específica para la vida social y la cultura.Este trabajo se enmarca en una colaboración entre el instituto alemán Max Plank y la Universidad Complutense de Madrid, que comenzó en el 2003.


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